Cuando Isabel Pantoja decidió instalarse en Madrid, su discográfica alquiló un piso en la calle Menéndez Pelayo. Tres habitaciones. Una para la artista, otra para Agustín, que ahora comparte habitáculo con su madre Ana, y una tercera libre para que sus hijos, Chabelita y Kiko Rivera, la utilizaran. El primogénito aún no lo ha hecho, porque no ha viajado a la capital, pero sí la niña. Varias veces, y acompañada de su hijo Alberto, ha visitado a su madre y ha comido con ella. Según cuentan a Vanitatis: “Isabel está feliz, porque lo que más ilusión le puede hacer es estar con sus nietos. Les canta, les mima y se lo pasa en grande con ellos”.
Chabelita, que desde hace un mes vive también en Madrid, se acercaba al nuevo domicilio materno para que la cantante disfrutara del niño. Pero la situación cambió el miércoles pasado, cuando Agustín viajó a Cantora para recoger a la abuela Ana y trasladarla a Madrid. Hicieron el viaje en coche y el jueves por la noche el 'núcleo duro' volvía a reunirse. A partir de ese día, Chabelita no se dejó ver por el domicilio de Menéndez Pelayo. La razón de esta invisibilidad era la llegada de la abuela, con quien la nieta prácticamente no se lleva y tienen cero conversación. En una de sus apariciones televisivas, la joven declaró que no se consideraba lo suficientemente querida y de ahí su desapego.
Le importó muy poco que los reporteros y cámaras que hacen guardia en la puerta de la casa madrileña fueran testigos presenciales este jueves de sus rarezas, consecuencia de esa supuesta falta de cariño por parte de la abuela Ana. Isa Pantoja llegó con su hijo y paró el coche en doble fila, mientras una amiga se encargaba de subir al pequeño al piso. Mientras duró la visita del nieto, Isa Pantoja permaneció sentada al volante y se entretenía con el móvil. Media hora después, Albertito regresó junto a su madre, que puso el coche en marcha una vez colocado en su silla, y partieron con rumbo desconocido.
Chabelita prefirió permanecer en su coche, en vez de subir a ver a su madre y a su abuela. El tío Agustín no cuenta a la hora de los desplantes, porque hace tiempo que dejaron de tratarse como familia que son. Su relación es de “hola, hola, adiós, adiós”. Nada de intimidades, ni muestras de cariño. Decidieron ignorarse y así se mantienen por ahora. Lo curioso es que a ninguno de los dos les afecta esa situación y pueden estar juntos en la sala viendo la televisión como si fueran pacientes de una consulta médica.
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