“Primero perdí mi voz, luego mi figura y por último a Onassis”. Hasta cierto punto, esta queja de María Callas la representaba como personaje. Al igual que las grandes divas del melodrama, la que es considerada la gran cantante de ópera del siglo XX manifestó su sufrimiento a través de su arte. Como bien dijo Carrie Fisher, hay que hacer arte de tu sufrimiento.
El próximo 3 de mayo se estrena 'Maria by Callas', un largometraje que promete descubrir las aristas más complejas, difíciles y no necesariamente más conocidas de un personaje fundamental en la historia de la música. Todo el mundo conoce la triste historia de amor de Callas con Onassis, su temprana muerte o sus primeros éxitos, entre los que se cuentan aquella interpretación de 'Casta Diva' que, en 1947, la elevó hasta los altares. Menos conocido es su flirteo con la prostitución, fruto de una madre, Evangelia, que solía a hacerle compañía a soldados para conseguir comida.
Unas cartas que salieron a la luz en el 92 revelaron esos episodios, además de una infancia dolorosa y un carácter voluble que le hacía tomarse muy en serio las críticas que, con una ferocidad asombrosa, le hacían desde la prensa. Casi al mismo tiempo que comenzó su ascenso a la fama, también surgió una obsesión por la imagen que delataría sus inseguridades. Entre 1953 y 1954, por ejemplo, llegó a perder más de 40 kilos. Delgada, elegante y tímida, Callas representaba una figura enigmática que parecía salida de cualquier aria de una ópera de Puccini. Casada con Meneghini en 1949, su relación nunca pareció darle el suficiente empuje como para sentirse la gran diva de la ópera de su momento.
Pese a aquellos que la consideraban como tal, el camino para su gloria profesional no fue nada fácil. La noche en la que representó 'Madame Butterfly' en la Lyric Opera de Chicago en 1955, un oficial de justicia la reclamó, nada más terminar, por la demanda de Eddie Bagarozy. El que había sido su representante denunciaba que había incumplido la exclusividad que tenía con él. Aquella fue una de las primeras ocasiones en las que una diva de la ópera aparecía en la prensa sensacionalista. Para ella, desgraciadamente, no sería la última.
Como si de una Ana Karenina contemporánea se tratase, en noviembre del 59 abandonó a su marido para correr a los brazos del multimillonario Aristóteles Onassis. A partir de ese momento, los periodistas no la dejaron en paz. Retirada durante años para dedicarse en cuerpo y alma al que muchas veces calificó como el amor de su vida, la calidad de su voz fue menguando de manera considerable. Y como la heroína de Tolstoi, su apuesta por el amor no fue pagada con la misma moneda. Onassis acabaría abandonándola para casarse con la viuda Jackeline Kennedy. La humillación fue tan considerable que acabó rematando su periplo doliente. No hubo medio en el mundo que no desmenuzase, de forma machista e indolente, el calvario y el desamor de la diva. “No debo hacerme ilusiones, la felicidad no es para mí. ¿Es demasiado pedir que me quieran las personas que están a mi lado?”, comentó una vez sobre su via crucis.
Cuando la relación entre Jackie y el magnate fracasó, este intentó volver a su lado, pero Callas jamás quiso perdonarle. Mucho menos volver con él. Para entonces, la huella del fracaso amoroso ya había hecho mella en ella. En 1973, cuando intentó volver a los escenarios de la mano de Giuseppe di Stefano, el resultado fue nefasto. Pese a su preparación, la gira acabó siendo un proverbial fracaso. Quizá fuese toda esa larga lista de sinsabores la que le produjo el fallo cardíaco que acabó con ella a los 53 años en su casa de París, un 17 de septiembre de 1977. Las razones de la muerte siempre estuvieron envueltas en el misterio. Las especulaciones sobre el suicidio abundan hasta el día de hoy, cuando una película promete descubrir las aristas más insospechadas de una mujer que, además de ser una incógnita, siempre tuvo un sencillo (e incumplido) deseo: ser feliz.
Twitter: @TwiSalvameDelux
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